El puente de Nora

Practica tu español con esta historia corta de ficción sobre el Día de Muertos en México, "El Puente de Nora". Incluye una actividad para estudiantes al final.

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Edgar Cavazos

5/8/20243 min leer

La Ciudad de México despertó aquella mañana de noviembre con un aire especial. El cielo estaba claro, de un azul brillante, y las calles estaban llenas de flores de color naranja y amarillo. En los mercados, la gente compraba pan de muerto, calaveras de azúcar y flores de cempasúchil. Las familias preparaban altares en sus casas, llenos de colores, fotos y comida para recordar a sus seres queridos.

Nora, una niña de diez años, vivía en un barrio tranquilo de la ciudad. Desde su ventana, veía a los vecinos decorar sus altares. Las calles estaban muy animadas, pero Nora sentía algo diferente ese día. No sabía explicar qué era, pero tenía la sensación de que algo especial iba a pasar.

—Nora, ven a ayudarme con el altar —dijo su abuela desde la sala.

Nora dejó de mirar por la ventana y fue a ayudar. El altar de su familia era hermoso: tenía flores de cempasúchil, velas encendidas, papel picado de colores y fotos de sus seres queridos que ya no estaban. En el centro del altar había una figura de barro que llamó la atención de Nora. Era un jaguar con alas, pintado con colores brillantes.

—Abuela, ¿por qué el jaguar tiene alas? —preguntó Nora mientras tocaba la figura.

—Porque así son en el otro mundo —respondió su abuela con una sonrisa misteriosa—. Los alebrijes son animales mágicos que ayudan a los espíritus a cruzar el puente hacia nuestro mundo.

Nora escuchó a su abuela con curiosidad, pero no estaba segura de si era una historia real o solo un cuento.

Cuando llegó la noche, la ciudad cambió completamente. Las luces de las velas iluminaban las calles, y el olor del copal flotaba en el aire. Nora y su abuela encendieron las últimas velas del altar. De repente, Nora sintió un viento suave que entró por la ventana. Las flores de cempasúchil comenzaron a moverse, y algunos pétalos flotaron1 en el aire como si estuvieran vivos.

—El puente está listo —dijo su abuela con una voz tranquila.

—¿Qué puente? —preguntó Nora, aunque en el fondo ya sabía la respuesta.

—El puente que conecta nuestro mundo con el de los muertos.

Nora miró el altar y notó algo extraño. La figura del jaguar proyectaba una sombra en la pared, pero no era una sombra normal. Parecía que el jaguar estaba vivo. Nora parpadeó, pensando que era su imaginación, pero entonces vio algo que le dio escalofríos: los ojos del jaguar brillaron, como si dentro de ellos hubiera una luz.

—Abuela, ¿viste eso? —preguntó Nora, pero su abuela no respondió.

En ese momento, una voz grave y profunda llenó la habitación.

—Nora... el puente está abierto.

La niña sintió miedo, pero también curiosidad. De pronto, la figura del jaguar desapareció del altar, y en su lugar apareció un animal grande y real. Era un jaguar con alas enormes, cubierto de colores que parecían moverse como si estuvieran vivos. El jaguar tenía ojos verdes brillantes y habló con una voz tranquila pero poderosa.

—Ven conmigo, Nora. Hay alguien que quiere verte.

Nora miró a su abuela, buscando ayuda, pero su abuela solo asintió con la cabeza y sonrió.

—No tengas miedo —dijo su abuela—. Todo está bien.

Nora tocó al jaguar, y en ese momento, la sala desapareció. Se encontró en un lugar lleno de colores y luces. Allí vio a muchas personas, algunas eran como sombras, pero otras estaban muy claras. Nora reconoció a su madre entre ellas. Su madre estaba de pie, con una sonrisa grande, y parecía que quería abrazarla.

El corazón de Nora latía muy rápido. Quería correr hacia su madre, pero entonces el jaguar habló otra vez.

—El puente no estará abierto por mucho tiempo. Elige bien.

De repente, todo comenzó a desaparecer. Nora despertó en su casa, frente al altar, con el olor de las velas todavía en el aire. Pero en su corazón, sabía que lo que había visto no era un sueño. Había cruzado el puente, aunque solo por un momento.

A white mask with flowers on top of it
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